Page 189 - Sencillamente Aquiles
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MARILYN EN LA MORGUE








                     En el año ya lejanísimo
                     mil novecientos treinta y dos,
                     cuando en las últimas pianolas
                     rodaba aún el charlestón
                     y en las pantallas fulguraba
                     la mirada de Clara Bow,
                     y mi hermana tenía un novio
                     que había estado en Nueva York
                     y yo tenía doce años
                     y era un muchacho soñador
                     y me bastaba verlo a él
                     con su flamante traje sport
                     —saco de rayas, gorra a cuadros,
                     pantalón a lo Harold Lloyd—,
                     y oír narrar sus aventuras
                     de fogonero en un vapor
                     y lavaplatos en Manhattan,
                     y bailarín de un music hall;
                     en esa época que digo
                     —¡era en el año treinta y dos!—
                     ah, me bastaba solo eso
                     —¡Yo era ya el tonto que aún soy!—
                     para subirme a mis ensueños
                     como quien sube a un ascensor.



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