Page 139 - Sábado que nunca llega
P. 139
sábado que nunca llega
se metía en el bolsillo, salía, nosotros no le quitábamos
los ojos a esa mano, hacía como que tiraba pero no tiraba
nada pero nosotros ya sabíamos el truco y, no caíamos,
sabíamos que después de engañarnos un rato sí tiraba
de verdad, la moneda salía como una chapa por el aire,
¿será un bolívar?, ¿serán dos?, ¿será un fuerte? y todos nos
lanzábamos de puyón tras la moneda, todas las manos
abiertas hacia el fondo del mar y ¡chaf!, el más vivo la
agarraba, salía a flote, se la metía debajo de la lengua y
volvía a esperar que la mano del señor saliera del bolsillo;
ya yo tenía como siete bolívares debajo de la lengua,
nadábamos, nos deslizábamos por los mecates, jugábamos
toque hasta que la mano volvía a salir del bolsillo y ya
de tardecita nos salíamos del agua y nos íbamos y allá
en el barrio, en la equina, estaban reunidos los grandes y
también Erasmo, el que nos ponía a pelear y al que ganara
le daba medio o un real y ahí mismito nos fajábamos a
darnos patadas y mordiscos pero Erasmo decía que no se
valía mordiscos y a veces llegaba a la casa con los bolsillos
llenos de medios y otras veces limpios y la boca rota y el
cuerpo molido y para completar la calentura de mamá y el
castigo y de noche a jugar escondido, las cuarenta matas,
de cherif, de todo y el rugido del mar que va y viene, que
va y viene y así se iba quedando uno dormido y cuando se
despierta ya está grande, está metido en un ring, todo pasa
tan rápido, es la cuarta pelea y todo el mundo lo aplaude
y en el barrio lo miran con respeto y de pronto, un día,
para Caracas con la selección del estado y más combates
pero en el amateur no pagan nada, apenas el uniforme y
la comida y la vaina sigue jodida y uno ve cómo ganaban
plata los profesionales y se quita de pendejadas y, cataplán,
pega el salto y empieza así a ganar billete, a aparecer por
129