Page 69 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               tierra, esa vez —recuerda— sí merecía llamarse tierra, porque el
               viento la desenterraba”. Ahora caminamos por el calor del Callao
               al encuentro de la diosa del carnaval, la Negra Isidora. Se presenta
               con un bumbac en la mano y un rayo en la otra y al punto dele-
               trea su fama: “Yo soy la única heredera de las lenguas que se con-
               fundieron con La Biblia en la Torre de Babel”. Josefa María, una
               cantadora del Olelolai del Sincelejo colombiano, confiesa, unas
               páginas y unos pueblos después, que “antes de ser mujer quería
               ser un pájaro canario”, mientras Zobeida Jiménez, del Píritu por-
               tugueseño, “donde —asegura— el llano no tiene compromiso con
               las alturas”, jura que sus muñecas de trapo no son invento suyo,
               “porque —adelanta— ellas existen”. En los ventisqueros de Cha-
               chopo y Apartaderos, creemos entrever, rediviva, a la Loca Luz
               Caraballo. Antes de que concluyamos este amoroso y poético
               viaje, enrumbamos hacia tierra afuera, a España, al encuentro de
               Iñiko, un euzqueda y de Marcia, ambos mortificados por Agus-
             [ 68 ]  tín, prisionero en Andalucía por culpa de la ETA y de un coche-
               bomba. A la pregunta de por qué habla español, Marcia responde
               sin fruncir la ceja. “Porque necesito escupirlo”. Y para saber con
               qué llenó el plato que le lleva al hijo, confiesa en las postrimerías
               de la página 77: “Con champiñones. Son frescos, son merideños,
               venezolanos”.
                  Yo no sé si la lectura de Con letra de imprenta circula en nues-
               tras librerías. El libro fue mío gracias a la larga generosidad de su
               autor. Quisiera que los amigos que me escuchan fueran en su bús-
               queda. Lo imprimieron en Villa de Cura. De no ser posible obte-
               nerlo en esa puerta del llano, pregunten por Guillermo de León
               Calles en cualquier calle de Punto Fijo o de Coro. Y si por milagro
               encontraran a un hombre encandilado por la luz de su corazón y
               que sonríe como si no hubiera maldad en el mundo, no lo duden:
               es él. Y nunca más conocerán el desamparo y estarán ciertos que
               la poesía es enemiga de todas las sombras.









       Lectura comun heterodox   68                                    13/4/10   12:35:21
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