Page 425 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
dios panteísta. Advenir y adviento, el verbo y el nombre, revelan
la parte mistérica de lo creado por el hombre al transformar en
orden el caos, en razón lo informe, en materia, que es quehacer,
en llamado, que es espera. Si en la poesía Rilke es pasivo esfuerzo
del acontecer creador, al que entendiera como el álito que insu-
fla Orfeo, el dios cantor, el poeta músico, la de Guillevic, el poeta
materialista del Morbihan, fue predisposición lúcida hacia el
advenir de la palabra, oculta así en las cosas como en los seres de
tierra y muerte. Ambos poetas y ambas conductas, no colman,
está claro, la innúmera referencia que en poesía (y digo poesía en
sentido de absoluto, la cual engloba toda estética de la razón y la
intuición) señala el invento de un suceder informe. Hace poco
nombraba a Orfeo, mas no sólo por su vínculo rilkeano: el lirida
olímpico prodiga su palabra al son de su lira y sosiega así a cuanto
nos aíra y nos asuela, armonizando lo ruinoso. Acaso Orfeo sea
[ 424 ] nuestro dios del advenir, como Apolo para Hölderlin. En Olivier
Messiaen (bajo cuya advocación convócase esta nueva propuesta
de A Tempo) la palabra virgiliana se traduce en presencia y tra-
sunto de fe religiosa en los que Dios y creación mantienen estre-
cha inteligencia. Su Obra invita a un estar a la escucha del advenir
en el ave y en los ángeles, en la Natividad, esto es, en el adviento. Su
obediencia a la forma, a la estructura de su esencia, prueba cómo
el canto (toda música, todo poema es canto) logra armonizar la
abundancia de cuanto anima la hondura del hombre y de la vida.
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