Page 421 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
                  Ignoramos cuánta vida tardó el copista de los saberes del
               hombre común gracitano en nutrir con su escritura los infolios
               que el azar cediera a la Fundación Editorial El Perro y la Rana, del
               Ministerio del Poder Popular para la Cultura, que ahora difunde
               en una hermosísima edición, obra de depurado diseño gráfico.
                  ¿Qué ocurre en Laonemia? ¿Cómo definir su contenido? Su
               autor frecuentó no pocas aulas como maestro docente e innúme-
               ras páginas de libros como paciente lector antes de darse a esta
               industria memoriosa de rescate y de objeciones con la que pare-
               ciera querer detener página a página la sobrevivencia de las tradi-
               ciones de Altagracia de Orituco aún inalcanzadas por la desfigu-
               ración, pasto de la cultura rentista del consumo y del maquillaje
               crematístico.
                  No más abre las puertas de su libro se encamina a la busca
               de las raíces semánticas de la voz Orituco, se adentra en los peli-
             [ 420 ] gros de las conjeturas que embrollan las traducciones de una len-
               gua muerta, acopia aseveraciones y dudas, coteja diccionarios y
               subraya acertijos léxicos y lingüísticos extraídos aquí y allá de
               doctos y curiosos. De seguidas va en busca del alma común de
               la región, acopia historias, crónicas y leyendas, dialectos, pala-
               bras y susurros de los ancestros arahuacos y caribes, luangos y
               congos, versos y canciones, ritos y ceremoniales del cielo y de la
               tierra, reproduce el calendario de los solsticios, recorre su geo-
               grafía mágico-religiosa, hace de mediador entre el historiador y
               el memorialista, oye y transcribe, piensa y diserta, se detiene en
               identificar cada raíz de nuestro mestizaje, viaja hasta los funda-
               dores de las religiones africanas y desanda los antiguos senderos
               de nuestras lenguas indígenas. Se encamina hacia las zonas donde
               se juntan las mitologías del embrujo y el encantamiento con la
               santería de Ifá y el santuario católico. Nada le parece ajeno a su
               determinación de atesorar y difundir la soberanía intangible gra-
               citana, ese saber del pueblo en el que distingue dos valores colec-
               tivos: la Laonemia y la cultura popular nacional, aquella intocada
               por la mácula del sincretismo desfigurador, esta lastimada por las






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