Page 361 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
aventar a quienes, a nombre del Rey y de su Iglesia, sitiaron y aso-
laron sus casas y sus vidas en el desmesurado jardín donde rinden
obediencia a sus dioses de la medianoche y del mediodía. Hoy,
los yukpa sufren el saqueo de otros asoladores de sus vidas y sus
tierras ancestrales. Uno de los más tenaces es el terrófago. Desde
tiempos inmemoriales no ceja en su determinación de apropiarse
de cuanto conforma la carne y el espíritu de ese pueblo selvático.
Para detener tamaño oprobio el gobierno bolivariano ha dictado
no pocas leyes para restituirles la propiedad de su paisaje verde
y pluvial, casa del águila harpía y del cóndor y del sorprendente
gavilán blanco. En ella esplende la chispa emplumada del ángel
del sol amatista en el dulce corazón de la flor del riquirrique, se
cierne en el azul nublado el pájaro león y ruega no se sabe dónde
la tortolita sabanera, que la ciencia nombra columbina minuta y
ellos pín^sak
A pesar de la justicia, los yukpa no han conocido por mucho
[ 360 ] tiempo la paz del goce de sus tierras así restituidas: la canalla
terrófaga convierte tal sosiego en el disparo del sicario y de sus
invisibles secuaces.
El sabio antropólogo Johannes Wilbert dice que apenas nace
un niño el padre se interna en el follaje en busca de la avispa brava,
sin más protección que su coraje. Herido por la punza del enjam-
bre regresa con el panal a su casa, lo tuesta en el fuego y unta la
ceniza en los labios del infante para preservarlo de toda cobardía.
Pero, que se sepa, en ellos no anida la violencia: la palabra yukpa
—asevera Wilbert— significa “indio manso”. En vez de la flecha
de otros días, fuman esa rústica pipa de la paz que amasan como
una vasija, se inclinan sobre el surco del conuco y a la espera de
que muerda el pez del río y la laguna. Los terrófagos saben que el
yukpa es contemplativo; que le apena lastimar la tierra para sem-
brarla y cuando lo hace de ella se aleja a la espera de que restañe
sus heridas y que retarda su existencia en amar a los suyos, en
tejar y fumar, en oír pájaros y acariciar el agua que se va o que con
él convive.
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