Page 353 - Lectura Común
P. 353

Luis Alberto Crespo
               o lo que creemos tal (yo hablo de la anécdota, tan sin sombra, tan
               proclive a desfigurarse y espiritualizarse a las doce en punto de lo
               blanco) y pervive luego en nosotros (lectores contemplativos) como
               ahora, en estado de alma.
                  He aquí, entonces, la palabra visualizada de la que toda poesía
               es huérfana; he aquí su escritura hablada, desde antiguo en severo
               desamparo y es, desde lejos, ansia, trabajo de agobio creador, ejer-
               ciendo un señorío de epifanía, de preciosidad sobre la ilusión de
               su geografía, su tierra crispada por el sol y la sal.
                  “El desierto es Dios sin los hombres”, le oigo decir a Víctor
               Hugo, pero luz en el desierto deifica al hombre, corrige Mar-
               got Benacerraf. Es el mismo ser de arena del Valle de los Reyes
               alzando pirámides de polvo marino en “Araya”, y talla sobre la
               roca de Babilonia el gesto de danzarín del hombre curvado sobre
               la aridez y el clima de la seca península del poniente venezolano.
             [ 352 ] Yo he visto página tras páginas a Saint-John Perse en esta hir-
               suta tierra de Manicuare con su canto a “las cosas inmortales”
               presentadas a la canícula y a sus dioses de bronce bajo las puer-
               tas de lo ardido, es decir, en su alianza con el verano, que en el
               poeta de Guadaloupe es “tatuada deidad de helecho macho” entre
               los sarmientos de la península del poniente venezolano donde la
               décima dulcifica sus aguas salobres y la “Fuente de amargura” de
               Cruz Salmerón Acosta. E igual proximidad encuentro en el hom-
               bre transformando sus gestos cotidianos en estética de la erosión
               y abrasamiento lumínico, y las formas que nuestra historia ha
               dejado sobre la piedra y la arena cada vez que la vida en “Araya”
               enflaquece su sombra durante el caos de su osario de almeja y
               ceniza blanca y nuestra.
                  La poesía, como sucede en este país de la sed y la quemadura,
               borra lo visible para mostrar su lado invisible. Tal descarnadura
               es apenas esbozo de desnudez en la lectura signada en la página
               del libro y en nuestra emoción. Sólo que aquí, aquí en este poema
               visual y hablado, lo visible muestra su fisonomía de mediodía
               transfigurado en resplandor, en resolana y es así la luz la que






       Lectura comun heterodox   352                                   13/4/10   12:36:13
   348   349   350   351   352   353   354   355   356   357   358