Page 342 - Lectura Común
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La lectura común Escrito sobre el aire
una escritura y una motivación por cuenta y riesgo propios, a las
que cuidan de no incurrir en el panfleto ni en el patetismo, casi
toda ella fiel al espacio urbano, a la acusación social y política,
monologante, carnal, descreída, sola, aún en el amor o en el amor
de soledad compartida, con el cuerpo desnudo, antes o después
de saciarlo, inventiva en su mayoría y en su mayoría elocuente, un
tanto cansada de cierta poética de la imagen preciosa o contenta
con su brevedad.
¿Quiénes son ellos? Cuidado con reducirlos al alfiler de las
mariposas. No se nos ocurra endilgarles parecidos con este o
aquel grande de este o de cualquier mundo. Si hubiera que seña-
larlos con el dedo de los entomólogos de las calificaciones gené-
ricas y la clasificación de las especies literarias, convendríamos
en ubicarlos, in extremis, entre los trabajadores del lenguaje y los
talladores del motivo inapresable, porque igual incurren en el
sentimiento como hacen de intrusos en la contrapoesía, esto es,
la poesía que se desacraliza a sí misma. Pasa que los poetas aquí [ 341 ]
reunidos se entienden a brazo partido con el grado cero del decir,
no porque los mueva la voluntad de ser nuevos, de insurgir contra
determinado orden poético, sino porque en ellos aviva el impulso
de alinearse —como Víctor Valera Mora— entre los poetas que
se juegan la palabra sentimental y sensual, entendida como
armamento de la rebeldía obediente a la única consigna estética
y moral que reclaman estos tiempos: la del habla común, la del
idioma expuesta a la intemperie de la calle y de la conciencia del
insolado. Creo que los motiva el llamado lúdico más vario, porque
igual retoman con ironía o sarcasmos la convención motivacional
e incluso formal para reconstruirla sin negarle la veneración o el
afecto, como resuelven seguir de cerca, casi a pie juntillas, a los
detractores del insulto y los retóricos del patetismo. Hay una frase
que ha reservado una eternidad de Vicente Aleixandre de la que
su misma poesía, tal vez fatigada por un surrealismo primoroso y
facilista, queda excluida. La usó en uno de sus libros más leídos:
La destrucción o el amor. Sólo que en el caso de nuestros poetas, el
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