Page 291 - Lectura Común
P. 291
Luis Alberto Crespo
La tradición refiere que un cultivador de flores, el señor Pacheco,
acaso oriundo de Galipán, bajaba a la ciudad con su mazo de péta-
los apenas el viento alisio sacudía su ventalle. “Llegó Pacheco”,
anunciaban los caraqueños, por querer decir que diciembre había
llegado. La vieja tradición no ha desaparecido, como sí la ciudad
solariega, a la que el presbítero e historiador Oviedo y Baños, en
los tiempos de la Colonia, le atribuía “un temperamento tan del
cielo”.
Es que el viento decembrino, como la luz que le hace com-
pañía, pareciera aproximar los espacios celestes a la tierra. Es
un viento jubiloso, festivo. Su alegre talante nos contagia de tal
manera que se nos figura el heraldo de los días navideños. Y en
verdad lo es. La apariencia de los seres y las cosas cambian bajo
su gracia blanca y refrescante. No tardará el canto y el ritmo en
hacerle coro. La gente, apenas recibe el sueldo de los aguinaldos
[ 290 ] laborales, no más acumula el dinero del goce, se va de compras,
ora para adquirir vestimenta propia para el festejo pascual y el
año nuevo, ora para comprar regalos. Las ventanas y los balcones
de las casas fulguran con luces de colores.
Se visten de esplendor lumínico los árboles de los jardines y
las plazas. E igual ocurre con los centros comerciales y en lo alto
de los edificios. Y el viento va y viene, zumba en el follaje, nos lleva,
nos tiene y la luz nos cubre con su fino lujo de lino y seda.
Aun la pobreza, la dura pobreza de nuestros menesterosos,
encuentra un momento de solaz en estos tiempos risueños. Hasta
el hambre parece sonreír. Hay alguien cerca que le ofrece una
dádiva, otro se atreve a apiadarse de ella, aunque sea desde lejos.
La limosna es generosa gracias a diciembre y la injusticia social
un poco menos canalla. Hubo un niño, un niño que vivió y murió
en un cuento memorable de José Rafael Pocaterra, que tuvo esa
misma cara de la pobreza. Se llamó Panchito Mendefuá, quien
tuvo el privilegio de cenar con el niño Jesús, mientras sueña con
un país sin lágrimas y donde la pobrecía, como en el poema de
Rimbaud, deje de morderle el corazón.
Lectura comun heterodox 290 13/4/10 12:36:02