Page 19 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
Todavía repito el clamor anónimo que leyera en letra de
araña aquella mañana de mi visita a los círculos del Dante. Hasta
entonces, la semblanza de un condenado no soportaba más apa-
riencia que la de su ocultamiento bajo la franela o el antifaz de la
sangre sobre el suelo de la calle ni otra biografía que no fuera la
de su desafuero con la bala y la punza.
Del otro, del hombre enjaulado en sí mismo, cadalso y ver-
dugo a la vez, la apurada crónica de papel e imagen de pantalla
sólo concedía la noticia de su procedencia de barriada o de sub-
suelo urbano. ¿A qué distraer al lector y al telespectador, ávidos
de asistir a una lectura de folletón y de mirar una serie policial,
con la tarjeta de bautismo de sus ratos de animal manso, camino
a la escuela entre las espinas del hambre o en procura de un oficio
con paga de forzado y de nuevo la vuelta al rancho, al presidio de
la pobrecía, a la ventana, ese mirador al abismo social?
Lejos me hallaba de suponer que la Fundación Casa Nacional
[ 18 ] de las Letras Andrés Bello me regresaría a aquella celda y aquel
clamor de la mano de Victoria Ardito, de Raquel Molina y de su
admirable equipo de talleristas quienes me convidaron a empren-
der la redención del sentimiento que encarcela al condenado judi-
cial en las jaulas de nuestros penales por ganas de liberarlo del
crudo castigo que lo confina a medrar en la rutina de ser nadie,
sin derecho a mirar cara a cara a su error en la confesión escrita, a
descubrirse sensible al pensamiento y a la fantasía, a leer el poema
y el relato como alimento interior o como tabla de salvación.
Testigo presencial de tal diligencia reivindicadora son los
talleres del programa Literatura en Espacios no Convencionales
y prueba visible del Sistema Nacional de Talleres sobre el que se
sustenta toda la programación de la Casa Nacional de las Letras
Andrés Bello y da nombre a cada uno de sus retos.
De esos espacios sin duda poco convencionales es la lectura
de Al otro lado de la ventana, editado por el sello Anauco de la
casa bellista. En cada una de sus páginas oímos las voces de los
tapiados de esas cárceles morales en cuyo encierro no hay jamás
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