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Luis Alberto Crespo

                  Testimonios históricos y gráficos del deshielo de los glacia-
               res de la Sierra Nevada de Mérida, Venezuela ha titulado el doc-
               tor Boede a su dramática crónica, nutrida de reveladoras referencias
               históricas y científicas, respaldadas por no pocas pruebas fotográfi-
               cas que ilustran el acelerado desmantelamiento blanco de nuestras
               más altas cimas terrestres. Los exploradores y naturalistas alemanes
               que frecuentaron esas soledades dejaron referencias de sus nevados
               riscos de otrora, hoy reducidos a rocalla sombría. El siglo XIX los
               vio venir. Eran humboltianos. El más lejano de ellos fue Fernando
               Bellermann, el pintor de la Venezuela verde y genésica que reco-
               rriera el sabio del Viaje a las regiones equinocciales del nuevo con-
               tinente. He aquí, en las primeras páginas de la revista lasallista, sus
               pinturas del altiplano de Mérida. Casi rozando el infinito de arriba
               asoman las paredes dentadas de la Sierra con su gloria nevosa. Es
               1842.
                  Unos años después aguija su mula camino a los páramos y los
             [ 110 ]  ventisqueros otro tudesco, el también pintor y también naturalista
               Anton Goering. Se ha atrevido a alcanzar el Pico La Concha y el
               picacho del Pico Bolívar, que por entonces se llamaba La Columna.
               Una acuarela suya reproduce su cumbre de frondosa blancura. De
               ese atrevimiento escribirá en su diario: “Nos encontrábamos ahora a
               unos cientos de metros sobre la línea de las nieves perpetuas y con-
               templábamos a nuestros pies un campo de nieve en este momento
               particularmente crecido, pues fuertes nevadas habían tenido lugar
               en los últimos tiempos”.
                  No pudo Goering coronar la punta dentada e invernal del Bolí-
               var: era hosca la ventisca nevosa que sobre él se abatía por lo que
               hubo de declinar en su afán de mirar y mirarse en el balcón de la
               inmensidad. Wilhelm Sievers, un geólogo y geógrafo de Ham-
               burgo, retomaría sus pasos repetidas veces: en 1884, 1885, 1892 y
               1892 y diez años contaba el siglo XX cuando el ingeniero venezo-
               lano Alfredo Jhan dio a dibujar por primera vez las ubicaciones de
               los glaciares. Lo mismo hará el geofísico y el geoquímico Carlos
               Schubert.






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