Page 249 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
colaborando en el gobierno. Guesde y Sembat formaron parte del minis-
terio. Los jefes del socialismo y del sindicalismo sostuvieron mansa-
mente la política de la unión sagrada. Algunos sindicalistas, algunos
revolucionarios, opusieron, solos, aislados, una protesta inerme a la
masacre.
El Partido Socialista y la Confederación General del Trabajo se
dejaron conducir por los acontecimientos. Los esfuerzos de algunos
socialistas europeos por reconstruir la Internacional no lograron su
cooperación ni su consenso.
El armisticio sorprendió, por tanto, debilitado, al Partido Socialista.
Durante la guerra, los socialistas no habían tenido una orientación
propia. Fatalmente, les había correspondido, por tanto, seguir y servir la
orientación de la burguesía. Pero en el botín político de la victoria no les
tocaba parte alguna. En las elecciones de 1919, a pesar de que la mare-
jada revolucionaria nacida de la guerra empujaba a su lado a las masas
descontentas y desilusionadas, los socialistas perdieron varios asientos
en la Cámara y muchos sufragios en el país.
Vino, luego, el cisma. La burocracia del Partido Socialista y de la
Confederación General del Trabajo carecía de impulso revolucionario.
No podía, por ende, enrolarse en la nueva Internacional, Un estado
mayor de tribunos, escritores, funcionarios y abogados que no habían
salido todavía del estupor de la guerra, no podía ser el estado mayor de
una revolución. Tendía, forzosamente, a la vuelta a la beata y cómoda
existencia de demagogia inocua y retórica, interrumpi da por la despia-
dada tempestad bélica. Toda esta gente se sentía normalizadora; no se
sentía re volucionaria. Pero la nueva generación socialista se movía,
por el contrario, hacia la revolución. Y las masas simpatizaban con esta
tendencia. En el Congreso de Tours de 1920 la mayoría del partido se
pronunció por el comunismo. La minoría conservó el nombre de Partido
Socialista. Quiso continuar siendo, como antes, la S.F.I.O. (Sección Fran-
cesa de la Internacional Obrera). La mayoría constituyó el partido comu-
nista. El diario de Jaurés, L’Humanité, pasó a ser el órga no del comunismo.
Los más ilustres parlamentarios, los más ancianos personajes, perma-
necieron, en cambio, en las filas de la S.F.I.O. con León Blum, con Paul
Boncour, con Jean Longuet.
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