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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              democracia. El propio Marx dijo una vez que en Inglaterra el proleta-
              riado  podría  realizar  pacíficamente  su  programa. Anatole  France,  en
              su libro Sobre la piedra inmaculada, nos ofrece una curiosa utopía de la
              sociedad del siglo XXII la humanidad es ya comunista; no queda sino
              una que otra república burguesa en el Africa; en Inglaterra la revolución
              se ha operado sin sangre ni desgarramientos; mas, Inglaterra socialista
              conserva sin embargo la monarquía.
                 Inglaterra, realmente, es el país tradicional de la política del compro-
              miso. Es el país tradicional de la reforma y de la evolución. La filosofía
              evolucionista de Spencer y la teoría de Darwin sobre el origen de las
              especies son dos productos típicos y genuinos de la inteligencia, del
              clima y del ambiente británicos.
                 En esta hora de tramonto de la democracia y del parlamento, Ingla-
              terra es todavía la plaza fuerte del sufragio universal. Las muchedum-
              bres que en otras naciones europeas, se entrenan para el putsch y la
              insurrección,  en  Inglaterra  se  aprestan  para  las  elecciones  como  en
              los más beatos y normales tiempos prebélicos. La beligerancia de los
              partidos es aún una beligerancia ideológica, oratoria, electoral. Los tres
              grandes  partidos  británicos  —conservador,  liberal  y  laborista—  usan
              como instrumentos de lucha la prensa, el mitin, el discurso. Ninguna de
              esas facciones propugna su propia dictadura. El gobierno no se estre-
              mece ni se espeluzna de que centenares de miles de obreros desocu-
              pados desfilan por las calles de Londres tremolando sus banderas rojas,
              cantando sus himnos revolucionarios y ululando contra la burguesía. No
              hay en Inglaterra hasta ahora ningún Mussolini en cultivo, ningún Primo
              de Rivera en incubación.
                 Malgrado esto, la reacción tiene en Inglaterra uno de su escena-
              rios centrales. El propósito de los conservadores de establecer tarifas
              proteccionistas es un propósito esencial y característicamente reaccio-
              nario. Representa un ataque de la reacción al liberalismo y al librecam-
              bismo de la Inglaterra burguesa. Ocurre sólo que la reacción ostenta en
              Inglaterra una fisonomía británica, una traza británica. Eso es todo. No
              habla el mismo idioma ni usa el mismo énfasis tundente que en otros
              países. La reacción, como la revolución, se presenta en tierra inglesa con
              muy sagaces ademanes y muy buenas palabras. Es que en Inglaterra,


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