Page 279 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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             mi respeto a la integridad del Río de la Plata sobre los límites de su
             antiguo virreinato, encontraba que allí cada provincia tenía su legisla-
             tura propia, soberana y hasta ahora independiente, y juzgué que cin-
             co provincias con más de un millón de habitantes, componiendo la
             mayor parte de la populación de aquel virreinato, eran bien dignas de
             formar una asamblea propia que proveyese a su conservación. Todos
             mis embarazos habrían cesado resolviéndome a dirigir el Alto Perú
             por un gobierno militar; pero ni éste es propiamente un gobierno
             ni yo podía presentar a los primeros hijos de la revolución las leyes
             de la milicia como los bienes que ellos esperaban de nuestra victoria.
             Además, la convicción en que estaba de lo odioso que se había hecho
             en otros países el poder militar, aún en manos de sus libertadores,
             me instaba a desprenderme de una autoridad que yo aborrecía y que
             podía hacernos caer en el mismo peligro que deseaba evitar.
            Estas son las razones que me forzaron a dar el decreto de 9 de febrero en

          La Paz convocando la asamblea general, que aunque en algún modo esto
          parezca usurpatorio de las atribuciones del poder supremo, no es sino la ex-
          presión de circunstancias complicadas. En aquel decreto se expresó clara y
          sencillamente que entretanto fuese sancionado el gobierno y los principios
          que rigiesen el Alto Perú por una deliberación final, legítima y legal de los
          departamentos, y por un arreglo con el gobierno del Perú y con el de las
          provincias de la Unión Argentina, los departamentos serían dirigidos por la
          primera autoridad del ejército unido, que reside en S.E. el Libertador, único

          jefe de quien inmediatamente dependen las fuerzas peruanas y colombianas
          con que yo arrojaba al enemigo del territorio, y tomaba posesión de él.
               Señores: vosotros mismos, vuestros vecinos y la América toda juz-
             garán de las miras rectas que me han guiado en un asunto, cuya
             delicadeza se ha complicado progresivamente con nuestros triun-
             fos. 380




          [ 380 ]_ ITURRICHA, Op. cit. p. 54.
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