Page 28 - Frutos Extraños
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| IndIra CarpIo olIvo |
Esa mañana no se oía nada. Di teta a la niña y la puse en la cama. Fui donde mi
madre. Afuera había una trampa para tortolitas y comí del cebo. Ellas se quedaron
adentro durante un año. Yo aprendí a respirar sin ellas, a comer de las carnadas.
Él volvió en una roca cuando me fui. Se mantuvo hasta que la niña pudo
sostenerse en sus propias piernas y encaramarse en su lomo. Allí la palabra
descubrió a Gisela, pero la niña no supo entonarla. Los ojos le habían brotado en
las manos y se abrían a las seis como la albahaca turca en el balcón. Mi cama,
donde todo nacía, no fue tocada.
Aprendí a cazar hormigas. Fui colmena hasta que bebí leche de un marido
portugués, en Costa da Morte. Las abejas iniciaron el retorno. Yo también. Nunca
más usé pantalones. La leche corría entre mis piernas y lo fecundaba todo. Me
hice morena. Un halo de sol recorría mi cabello incluso en la oscuridad.
Cuando volví Gisela estaba sentada en las escaleras de la entrada. Supo que me
acercaba. Entró a la casa. Abrió la ventana y asomó media sonrisa.
Dijo sus primeras palabras: «me toca».
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