Page 31 - Frutos Extraños
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| Frutos extraños |








        Por las tardes penetro la entrepierna de una silla sobre la que está echado un
        viejo. De piel color pega-pega, ámbar, cobriza. Sabe los secretos que esconden
        las trinitarias y el calor. Oriente hace peso en sus ojos. Está sentado, segundo
        piso, casa de bloques desnudos. A las estructuras metálicas de las ventanas llegó
        primero el viento, que lo descubre contemplando el óxido, comiendo del hierro, a
        la naturaleza tragarse la materia. No saluda y si acaso da paso. Dicen que es mi
        padre. Nunca voy a saber. A Gisela dirigió la mirada. Busqué su nombre pero no
        quise encontrarlo. Huésped al que no invité.











































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