Page 172 - Escritos de ayer y hoy
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esfuerzos físicos, de llantos, sudores y lágrimas, dio a luz a una
niña robusta, morena clara, de ojos vivaces y pardos, de una
nariz muy especial, cuyos rasgos se mantienen hoy y han ser-
vido como símbolo para ubicar los nexos de consanguinidad
de seres no surgidos bajo la bendición de la santa iglesia apos-
tólica y romana, y con el beneplácito oficial del Estado.
Del domingo 22 para el lunes 23 de octubre de ese año
1905 fue de tormentas, truenos, lluvias y relámpagos en toda
la comarca orituqueña, en donde ríos y quebradas se desbor-
daron como nunca antes, con la correspondiente alarma de sus
pobladores.
El joven director de la banda musical del pueblo, Carlitos
Morín, no pudo realizar la tradicional retreta dominguera; el
padre Sixto Sosa rezó toda la noche en el altar de la iglesia;
el jefe civil, José Félix Díaz Machado, veterano de las revuel-
tas armadas y de los infortunios de la naturaleza, mandó un
telegrama al gobernador de Guárico, general Ovidio Pérez
Bustamante, alertándolo sobre la situación planteada.
Carmencita Zerpa, familiarmente conocida como “Tatán”, y
Pragedes Zerpa, su prima hermana, mujeres previsivas, se ha-
bían apertrechado de alimentos, bebidas, kerosene y leña seca,
mandando a Cristóbal y Teófilo –dos chamos de fines del siglo
xix que ellas habían criado– en un burro a la casa comercial
El Refugio, de Nicasio Camero, que estaba ubicada en la calle
Bolívar.
Lentamente el tiempo de lluvia se fue agotando y los ra-
yos del sol salieron por el cerro El Diamante. La joven madre
acariciaba la niña, ya bañada y vestida, a golpe del mediodía, y
familiares y vecinos se acercaron para conocerla y tomar “los
miaos”, como así se decía entonces: don Leonardo Aragort
llegó a caballo y con manta y sombrero Borsalino; el joven tele-
grafista, Genaro Arroyo, llegó de liquilique blanco y con su re-
loj de bolsillo marca Omega; don Alejandro Saldivia, el musiú
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