Page 30 - El Credo de Aquiles Nazoa
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dar a un orfanato. Pero sus enfermos progenitores
le legaron algo valioso: la vena artística. Fueron ac-
tores –cantante ella– y comediantes. Charlot, desde
niño, aprendió a representar su propia vida. El papel
de “El Vagabundo” no fue una puesta en escena; fue
su existencia misma, hasta que lo sepultaron y unos
holgazanes se robaron su cadáver para pedir rescate.
No se salieron con la suya. Chaplin era más hábil
que sus postreros plagiarios.
Fue un astro entre una constelación de estre-
llas cinematográficas. Alcanzó por méritos pro-
pios el cielo hollywoodense. Después de decenas
de exitosas y célebres películas como actor, direc-
tor, guionista y compositor musical, la Asociación
Francesa de Crítica Cinematográfica propuso su
nombre para el Premio Nobel de la Paz. El jurado
designado por la Fundación Nobel de Suecia no le
concedió el prestigioso galardón, con toda razón.
El señor Charles Chaplin no había desatado ni pro-
movido ninguna guerra en el planeta. ¿A cuenta de
qué entonces se le debía conceder el Nobel de la
Paz? Su nombre fue desestimado por falta de beli-
cosos méritos.
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