Page 169 - Ecosocialismo
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168   Ecosocialismo  l    Andrés Bansart



          a dar en el estómago y los intestinos, sin provocar ningún tipo de
          reacción alucinógena.
             El “acullico” (masticación de hojas de coca) era un acto sagrado
          entre los habitantes de los Andes. Fue prohibido por la Inquisi-
          ción, ya que se realizaba este acto en las ceremonias religiosas. Para
          hacer una comparación, la coca sería el equivalente de la hostia
          para los católicos.
             La prohibición del “acullico” hizo bajar el rendimiento de los
          indígenas que trabajaban en las minas de Potosí situada a 4.000
          metros de altura. De este modo, el rey Felipe II de España se opuso a
          la potentísima institución católica porque la baja de rendimiento de
          los indígenas perjudicaba los intereses económicos de la Corona.
          Desde entonces hacia delante, no sólo se les permitió a los mineros
          consumir la coca, sino que se les proporcionaba su ración diaria
          para que pudieran cumplir la “mita” (jornada de trabajo en el inte-
          rior de la mina), impuesta por los colonizadores ávidos de riquezas.
             Desde entonces, el  “acullico” —”pijcheo”, en quechua— se
          mantuvo como una parte importante en la vida de los trabajadores
          mineros, quienes, antes y después de explotar los socavones a 4000
          metros sobre el nivel del mar, mastican las hojas de coca para resistir
          el cansancio, la sed y el hambre.
             Consumada la conquista del imperio incaico, los hijos del sol
          obsequiaron a los españoles esta planta asombrosa, “que sacia a los
          hambrientos, da fuerzas nuevas a quienes están fatigados o agotados
          y hace olvidar sus miserias a los desdichados”. Con el transcurso del
          tiempo, el uso de las hojas de coca empezó a extenderse en las tierras
          conquistadas, donde las autoridades de la colonia la incentivaron
          entre los indígenas que trabajaban en las “encomiendas” y la explo-
          tación de las minas de plata, habida cuenta de que los mitayos, que
          masticaban hojas de coca, no comían tanto y aguantaban mejor el
          trabajo al cual eran sometidos a sangre y fuego.
             A mediados del siglo XVI, el Primer Concilio Provincial, reali-
          zado en Lima en 1551, se había dirigido al rey para pedirle una
          Cédula Real que prohibiera en las “Indias españolas” la producción,
          comercialización y consumo de la coca, arguyendo que este arbusto,
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