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la tesorería y que de ellos se compre el ganado, mulas, etc., que podría
imponerse a los bienes de mi mujer (que son los únicos míos) aquí en
cualquiera excepción como a cualquier ciudadano. así, sin obtener yo
ninguna excepción, estoy cierto que en el depósito habría siempre algo
en mi favor, sin hacerme favor.
Me parece inoportuno entrar en explicaciones sobre el artículo 21 del
estatuto, porque las circunstancias harían muy embarazoso para ud. este
argumento si se respetan los derechos. No estando en Persia o en cons-
tantinopla el artículo es bien claro; como es muy claro el 24, en el caso de
defender la Patria. Siento que se me quiera hacer abogado, así como el decir
que nadie es responsable de que se haya querido alcanzar el cielo con las
manos. en fin, concluiré estos desagradables párrafos, protestando que si
se me guardan las debidas consideraciones nadie es más cumplido que yo
para llenar las que tocan a lo demás; y que nadie siente más que yo las faltas
de delicadeza, por lo mismo que soy tan delicado, circunspecto y franco
con los otros.
Dije a ud., y repito, que sostendría su autoridad con mis relaciones,
influjo y cooperación. en prueba de ello es, que aun cuando la orden al
intendente era una ofensa a mí (por falta de inteligencia a mi lenguaje en
Guayaquil o por lo que quiera que sea), yo he dicho a las personas que
alarmadas y sorprendidas han venido a hablarme de este asunto, que ud.
ha hecho muy bien: que yo en su lugar habría hecho otro tanto sin guar-
dar respeto alguno y en fin, he dicho a todos que la posición de ud. es
tan difícil que es imposible dejar de hacer estas extorsiones, y que todos
deben cooperar a defender el honor de la nación. a mayor abundamiento
he escrito al libertador, y para prevenir las quejas que vayan contra ud.
por estas cosas, le dije que ni Dios mismo mantendría en el sur un ejército
de ocho a diez mil hombres sin causar exacciones y motivos de queja.
entiendo que este proceder desempeña mi oferta, a pesar de mi nota al
intendente que fue una cosa entre los dos, que creo no ha visto ningún
quiteño, y de que no debió hacerse uso, sino como advertencia para dar
a cada uno el respeto que merezca.
en Guayaquil le insinué a ud. de que muchos querían indisponer-
nos; y que era preciso guardarnos por cuanto sobre la amistad, el interés
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