Page 555 - De mi propia mano
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la cárcel si no pagaban; pues yo ahorraría esto último al llegar a Quito,
enterando la contribución. esto mismo lo repetí a ud. y si en mi lenguaje
no expresé bien mi intención, pido que se me disculpe de no haber sido
bastante claro.
a pocos días de entrado en Quito, vino el señor intendente a verme y
me mostró la nota original por donde se le ordenaba ejecutar a mi suegra; y
en ella misma se le prevenía de hacer otras exacciones tomando las cosas sin
consentimiento de sus dueños. Debí tomar este paso como la notificación
que me hacía el intendente de que ni yo, ni mi familia, ni mis propiedades
merecíamos consideración, y que las haciendas de casa serían las primeras
violadas. esto me indujo a escribir el segundo párrafo de mi contestación
al intendente: “Siento que por no entendernos, haya sido ésta penosa para
ud., y que ud. la condene, como innecesaria e intempestiva, puesto que
hasta ahora ha visto como sagrado todo cuanto me pertenece”.
yo no concibo cómo es este respeto, con aquella imposición a los bie-
nes de mi mujer y con el modo como se llevara a cabo. tampoco pretendo
excepciones particulares; pero sí confieso que me ofendió en lo sumo el
que estando yo ausente se molestara a mi mujer por trescientos pesos, y
que mis compañeros añadieran esta desconsideración a las penas que la
rodeaban. yo no habría hecho otro tanto jamás. colóquese ud. en mi
puesto, mi estimado General, y dígame fría e imparcialmente la conducta
que ud. habría observado en mi caso; porque si yo he obrado mal, pediré
perdón de haber agraviado a la amistad de ud. y a la autoridad que ejerce
en el sur.
yo pensaba y pienso que mis propiedades no están al nivel de las de
cualquier otro ciudadano. consagrado desde los quince años al servi-
cio de la Patria, y habiendo por fin quedado medio inválido, sin otro medio
seguro de subsistir que la merced de mi mujer, parecía indudable que yo
debía contar con que los medios de ésta para mantenerme serían sagrados
a la vista del Gobierno, de sus funcionarios, y más, y más y más a la de mis
compañeros que ejercen el poder. Mucho se corrobora esta aserción si se
atiende que cediendo yo mis sueldos, concurro más que nadie en el sur
a los gastos públicos; y que ni el más rico propietario, ni la persona más
elevada en este país dan tanto como yo para el sostén del ejército. así,
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