Page 238 - De mi propia mano
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abriendo la campaña se comprometía la suerte del ejército y de una gran parte
de la República. El Libertador halló en su audacia y en su política el medio
deseado; él logró reforzar la división de Guayaquil no sólo con tropas de
Colombia, sino con una columna del Perú que vino a reunirse con el general
Sucre sobre Cuenca, a tiempo que la división de Popayán, reforzada también
poderosamente con los oportunos auxilios que envió el Gobierno y con las
tropas veteranas que vinieron de Santa Marta, pudo moverse y cooperar muy
eficazmente. El enemigo, aunque bien fuerte, lejos de salir al encuentro de
ninguno de estos dos cuerpos, se concentró en las rocas escarpadas de Pasto y
en los elevados montes de Quito, para ganar más fuerza, de la desesperación
y de las posiciones, para hacer uso de los útiles servicios que le ofrecían la
adhesión y entusiasmo de los pueblos de Pasto y Patía por la causa del Rey, y
para debilitarnos más, obligándonos a marchar por un país venenoso, desierto
e infestado de partidas atrevidas. Un combate en Riobamba y dos batallas
en Bomboná y Pichincha derrocaron todo este imponente aparato. Nuestros
soldados, conducidos por el Libertador y por el ilustre general Sucre, triunfaron
dondequiera que se dejaron ver del enemigo, deponiendo su orgullo, pidió
capitulaciones y nos entregó las armas. Todo el sur de la República quedó
libre, y por un acto espontáneo de gratitud o de conocimiento de sus intereses,
proclamó su incorporación a la República.
Archivo Santander, bogotá, Águila Negra editorial, 1917, t. X, pp. 136-137.
Archivo de Sucre, t. iii, pp. 549-552.
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