Page 237 - De mi propia mano
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del Guáitara y la mortífera influencia de los desiertos inhabitables del Patía,
habían opuesto siempre a nuestras armas una barrera que se creía ya insupe-
rable. Mas no eran estas solas las dificultades que se presentaban para aquella
campaña tantas veces aciaga. La fortuna que se ha complacido siempre en
apurar los esfuerzos del genio y del heroísmo del padre de Colombia, parecía
esmerarse en esquivarle sus agradables sonrisas. A los obstáculos naturales
que he expuesto, se añadieron infinitos otros. La división de Guayaquil, que
fue atacada a fines del año undécimo, obtuvo un brillante suceso que animó
al general Sucre a proseguir las operaciones, y cuando se esperaba un éxito
completo, sufrió un revés que desconcertó todas nuestras esperanzas. Esta
división quedó, pues, casi destruida, y la de Popayán, que se había movido
para cooperar con aquella, corrió igual suerte por el efecto del clima de Patía,
sin tener siquiera la dicha de combatir. Tan cruel situación vino a comple-
tarse con la introducción del general español Murgeon a Quito. Él trajo en
abundancia armas y municiones de que carecía el ejército enemigo, trajo
tropas veteranas que sirvieron de base para aumentar extraordinariamente
sus fuerzas, trajo cuadros de excelentes oficiales y jefes que le facilitaban
todas las operaciones, y lo que es peor, la fuerte escuadra que vino convo-
yando esta expedición, interpuesta entre nuestros puertos del Chocó y los de
Guayaquil, dejaba incomunicados nuestros cuerpos de Guayaquil y Popayán,
en circunstancias de que el primero empezaba a recibir los refuerzos que se
le enviaban para reponer sus pérdidas. Sólo un genio creador de recursos y
de medios podía no desmayar a la vista de tantos peligros y obstáculos. Era
preciso crear y organizar un ejército ya desmoralizado; debíase, sin escuadra
y aun sin buques, burlar la escuadra enemiga, transportar tropas de Panamá
y Buenaventura a Guayaquil, que era la dirección más propia y cómoda para
conducir el cuerpo principal de ataque; en lugar de un General anciano y casi
decrépito se iba a lidiar con uno acreditado por su actividad, valor y talento,
y revestido de facultades omnipotentes por su Gobierno; el Ejército Español,
que antes sólo habría opuesto resistencia como uno, había ascendido hasta
presentarla como tres; y para colmo de infortunio, el país de Popayán, que
era el más sano y benéfico, se convirtió de repente en insalubre y mortífero.
No quedaba un partido prudente que abrazar. Estacionado el ejército se
consumía por las enfermedades mientras el enemigo se reforzaba cada día;
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