Page 696 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
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                   Yo por servir a la patria debiera destruir el magnífico edificio
                 de las leyes y el romance ideal de nuestra utopía. Colombia no
                 puede hacer otra cosa, fallida como está, sino disolver la socie-
                 dad con que ha engañado al mundo y darse por insolvente. Sí,
                 señor, este es el estado de las cosas y a mi despecho tengo que
                 conocerlo y decirlo. (Simón Bolívar, Carta a Santander. Obras
                 completas. Vol. III P. 478. N 1200, en Castro Leiva, 1984).

               En la nueva república habían comenzado las disputas por el liderazgo.

             Se enfrenta el liberalismo vs. el centralismo. La historiadora Jacqueline
             Blanco Blanco opondrá las tendencias del militarismo contra la concep-
             ción cívica, gobierno representativo ante gobierno central. El derecho de
             elegir, a ser elegido, frente a las ideas de tener un presidente vitalicio. Esta

             historiadora sostiene que la Constitución de Bolivia no fue un docu-
             mento que sorprendiera a sus enemigos políticos, pues ya conocían des-
             de su Carta de Jamaica su propuesta. A este respecto otros historiadores,
             intentando dar luces sobre la génesis y estructura de su visión del mun-
             do, ubican el problema en el fracaso de la Primera República venezolana.

               El pensamiento del Libertador decía que ese primer intento en Ve-
             nezuela en 1812 por conquistar la libertad, se asemejaba más a una
             república aérea donde la permisividad absoluta terminó haciendo im-
             plosionar aquel bello ideal. El sucesivo perdón cuando se desobedecían

             las reglas establecidas fomentó la anarquía. De esa experiencia Bolívar
             dedujo que estos pueblos culturalmente no estaban preparados para la
             libertad plena. Las largas cadenas cargadas durante trescientos años ha-
             bían creado un imaginario político que necesita un poder centralista
             absoluto, lo cual amerita la imposición de un orden donde la heurística
             de la conciencia no era posible por libre inspiración del espíritu.

               Las leyes debían tornear la argamasa donde transcurría la vida pública.
             Los hombres cultos y preparados para el mando debían, en un proceso
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