Page 439 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
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advertía: “Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es
débil y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan, las
opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan
para triunfar por este fácil medio”. No obstante, el Libertador, en su
contestación a un caballero de esta isla (Jamaica), guarda un fuerte opti-
mismo sobre el futuro de Colombia. Aunque los avatares del momento
no parecían ser los mejores; pues Pablo Morillo, general del Ejército Ex-
pedicionario a quien el Fernando VII encomendó la tarea de restablecer
el régimen, muy pronto obtuvo contundentes victorias, de tal manera
que el fin de la republicas resultó inminente. Además, gran parte del
pueblo neogranadino, que no estaba muy contento con las secuelas de
los conflictos internos, no siguió apoyando a las fuerzas patriotas; por
el contrario, la población esperaba que con la llegada de los españoles
todo volviera a la tranquilidad. No obstante, en lugar de esto último,
la población pronto empezó a sufrir los excesos de las tropas realistas.
El ejército realista a punta de sable, cañones y excesos contra los líde-
res insurgentes y la población rendían victorias, que la Iglesia y los curas
realistas legitimaban con discursos que mostraban a los republicanos
como sediciosos y contrarios a la unidad del pueblo, de tal manera que
la sedición se oponía a la sagrada justicia y al bien comunitario. Enton-
ces, los sediciosos y pecadores debían de recibir su castigo, mientras el
pueblo debía de regocijarse, puesto que volvía al seno de la madre patria
(España) y al gobierno del rey. El sermón pronunciado, en 1817, por
el clérigo realista Nicolás Valenzuela y Moya, refleja en algo la visión y
justificación de la cruenta reconquista por parte de la Corona:
En una palabra: la revolución civil y castigo de una República
es el teatro en que todos han de tragar la hiel y sufrir la pena se-
gún el orden de la justicia eterna, que no solo castiga a los gran-
des facinerosos, sino también a los pecadores descuidados (…)
Mas no os aflijáis mis amados: Ya es tiempo de ser felices (…)