Page 330 - Soy tu voz en el viento
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bajo la sombra de los datileros
Al dulce y apacible recuerdo de
María Natividad Rojas Romero
I
El pueblo estaba allí
Primero fue el poblado, tienda caliente
de la tierra entre sombras del hombre de la tierra.
Humildes junto al río plantaron sus viviendas,
la quieta soledad en gozosa frescura
era vida tranquila del indio en el reposo.
El pueblo estaba allí asentado al pie de las colinas,
retratada su faz en la corriente,
claro espejo de luna,
manadero de estrellas rutilantes,
nacido en el bosque de La Pomarrosa
como el Ganges sagrado exprimido del jugo de las frutas,
gota a gota destila sobre las piedras
pasando sin pasar hacia su fin remoto.
Al rumor de las aguas bajan a beber erguidas cornamentas,
saltarines conejos, guacharacas alegres,
las palomas y las pavas del monte,
tropa multicolor de pájaros y trinos.
Se oía entre las sombras el crujir de las hojas
mientras seguía el viento desnudando la fronda.
Los bohíos con sus techos de palma
sus paredes de barro y yerbas entremezcladas;
alrededor danzaban los hombres, las mujeres,
el fuego ardía incesante,
percutían ardientes los tambores,
la guarura daba sus notas de convite
mientras estaba quieta la flecha sobre el arco.
El pueblo estaba allí como grano en el surco,
fincada la raíz sobre la tierra,
clara sombra amigable del río y la montaña,
un pueblo igualitario de tareas y bienes compartidos.
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