Page 500 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles


                   Y el astuto cochino, con malicia:
                   —Tiene razón —le dijo— compañero,
                   y para reparar tanta injusticia
                   yo le voy a dejar este chiquero.
                   —¿ Y quién cuida la casa?
                   —preguntó el perro. Y el cochino: —Yo.
                   Eso me hará muy bien para la grasa…
                   Conque diga si acepta: ¿Sí o no?…
                   Y así fue como el cambio se efectuó.


                   Dueños de un gran talento imitativo,
                   de sospecha jamás dieron motivo:
                   con la destreza del mejor marrano,
                   se revolcaba el perro en el pantano,
                   y el cochino ladrábale a la luna
                   con la más alta técnica perruna.

                   Vivieron de ese modo un año entero…
                   Hasta que una mañana el hombre vino
                   y creyendo que el perro era el cochino
                   lo liquidó de un palo cochinero.


                   —¡De la que me he salvado!,
                   —dijo entre sí el cochino entusiasmado.
                   Y se puso a reír como una hiena…
                   Pero entonces el hombre que envenena
                   llegó como un enviado del Destino
                   y sin ninguna pena
                   creyendo que era un can, raspó al cochino.







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