Page 433 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
(Transición, para preguntarle severamente al criado que llega):
¿Y tú qué quieres, Damián, que no estás en tu puesto?
¿No te dejé cuidando en la sala para que no se roben
los sombreros?
damián: Perdón, señora. Ahí la está buscando un hombre
de la plebe, horrorosamente llamado Teodulfo. Es un
hombre cuya edad oscila entre los treinta y los cua-
renta años, de los cuales debe haberse pasado por lo
menos nueve sin afeitarse.
marquesa: Ya sé. Seguro que viene a pedir otra vez. ¡Ese
hombre pide más que un queche!… ¡Sácalo de palacio!
¡Dile que yo después le mando unas conchas a su casa!
música
¡Tan tan tan…! ¡pum!…Ñññññííí…
narrador (Fuertemente poético):
Y Teodulfo regresó aquella noche a su casa con la cabeza
tan baja, que al entrar le pegó un cabezazo al escaloncito
del zaguán.
teodulfo: ¡Otro día perdido!… En ninguna parte me
quieren dar trabajo. Ni en la gran fábrica de desta-
padores de primus, ni en la gran fábrica de chinelas
con plantillas de papel de periódico: ¡Todos me tienen
desconfianza!
doña teodosia: Y tienen razón. Eres un hombre mar-
cado por la justicia. La sociedad te echó de su seno
desde que apareciste en el famoso robo de la agencia
funeraria. ¡Oh, tú nunca debiste participar en ese
cuantioso desfalco de urnas!
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