Page 428 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles


                   entablan una lucha
                   con el zapato
                   y se dan por vencidas
                   al cabo rato,
                   pues la maldita pata
                   no se les mete,
                   ni que se la recorten
                   con un machete.


                   En vista de lo cual
                   el Príncipe se ausenta,
                   mas ve a la Cenicienta
                   durmiendo en un huacal.

                   Y mirándole los pies
                   le dice:
                   Dime, Fulgencia,
                   ¿por alguna coincidencia
                   calzas tú cuarenta y tres?


                   la cenicienta (Bajando los ojos):
                   Sí, dotol…

                   Y aceptando con rubor
                   el zapato de vaqueta,
                   lo coge y se lo encasqueta
                   por la cabeza al autor.










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