Page 130 - Sencillamente Aquiles
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BALADA DE HANS Y JENNY
a María Teresa Castillo
Verdaderamente, nunca fue tan claro el amor como cuando
Hans Christian Andersen amó a Jenny Lind, el Ruiseñor
de Suecia.
Hans y Jenny eran soñadores y hermosos, y su amor com-
partían como dos colegiales comparten sus almendras.
Amar a Jenny era como ir comiéndose una manzana bajo
la lluvia. Era estar en el campo y descubrir que hoy ama-
necieron maduras las cerezas.
Hans solía contarle fantásticas historias del tiempo en que
los témpanos eran los grandes osos del mar y cuando venía
la primavera, él le cubría con silvestres tusílagos las trenzas.
La mirada de Jenny poblaba de dominicales colores el pai-
saje. Bien pudo Jenny Lind haber nacido en una caja de
acuarelas.
Hans tenía una caja de música en el corazón, y una pipa de
espuma de mar, que Jenny le diera.
A veces los dos salían de viaje por rumbos distintos. Pero
seguían amándose en el encuentro de las cosas menudas
de la tierra.
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