Page 122 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
Los pichones de paloma en camiseta
pasaron muy mala noche y piensan si se afeitan o no.
Los pavos se pusieron un saco vacío por la cabeza
y las gallinetas un ajustado vestidito de mangas largas.
(¡Ay!, estamos de luto —dicen—, pero eso no impide
que nos siga gustando hablar de la vida ajena).
Los conejos no cesan de preguntarse qué pasa, qué pasa,
ni las lechuzas de tener las manos en el bolsillo.
El hipopótamo se mete en el agua
y al cabo rato sale para que lo toquen a ver si ya está
[blandito.
Todas estas locuras
me las dice Carlota,
un morrocoy que para no aburrirse,
se distrae escribiendo sus memorias.
Cada mañana sale por el campo,
como un viejito, a saludar las cosas;
orienta a las hormigas extraviadas,
lee algunas noticias en las hojas
y después de indagar si la lechuza
sigue con las parótidas
y si el gusano medidor ya puede
caminar sin muletas, ve la hora,
lo piensa, lo repiensa, y al fin vuelve
a meterse en su concha.
Tiene allí un libro de Samain
y tiene una mesita coja,
ante la cual, en mangas de camisa,
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