Page 229 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
él pesa la responsabilidad de un generalísimo de millones de soldados
que, mediante retiradas, fintas y maniobras oportunas, debe preservar a
su ejército de una acción imprudente. La historia rusa de estos seis años
es un testimonio de su capacidad de estratega y de conductor de muche-
dumbres y de pueblos. Lenin no es un ideólogo sino un realizador. El
ideólogo, el creador de una doctrina carece generalmente de sagacidad,
de perspicacia y de elasticidad para realizarla. Toda doctrina tiene, por
eso, sus teóricos y sus políticos. Lenin es un político: no es un teórico. Su
obra de pensador es una obra polémica. Lenin ha escrito muchos libros
y, con frecuencia, interrumpe fugazmente su actividad de presidente del
soviet de comisarios del pueblo, para reaparecer en su tribuna de perio-
dista de Pravda o Izvestia. Pero el libro, el discurso, el artículo no son para
él sino instrumentos de propaganda, de ofensiva, de lucha. Su tempe-
ramento polémico es característica y típicamente ruso. Lenin es agre-
sivo, áspero, rudo, tundente, desprovisto de cortesía y de eufemismo. Su
dialéctica es una dialéctica de combate, sin elegancia, sin retórica, sin
ornamento. No es la dialéctica universitaria de un catedrático sino la
dialéctica desnuda de un político revolucionario. Lenin ha sostenido un
duelo resonante con los teóricos de la Segunda Internacional: Kautsky,
Bauer, Turati. La argumentación de éstos ha sido más erudita, más lite-
raria, más elocuente. Pero la disertación de Lenin ha sido más original,
más guerrera, más penetrante.
Lenin es el caudillo de la Tercera Internacional. El socialismo, como
se sabe, está dividido en dos grupos: Tercera Internacional y Segunda
Internacional. Internacional bolchevique y revolucionaria e Interna-
cional menchevique y reformista. La doctrina de una y otra rama es el
marxismo. Su divergencia, su disentimiento, no son pues, de orden
programático, sino de orden táctico. Algunos atribuyen al bolchevismo
una idea mesiánica, milagrista, taumatúrgica de la revolución. Creen que
el bolchevismo aspira a una transformación instantánea, violenta, súbita
del orden social. Pero bolchevismo y menchevismo son gradualistas, sólo
que el bolchevismo es gradualista revolucionariamente y el menche-
vismo es gradualista reformísticamente. El bolchevismo sostiene que
no es posible utilizar la máquina actual del Estado para transformar
la sociedad sino que es indispensable sustituirla con una máquina
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