Page 221 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
los debates violentos. Lenin ganó su autoridad con sus propias fuerzas;
la mantuvo, luego, con la superioridad y clarividencia de su pensamiento.
Sus puntos de vista prevalecían siempre por ser los que mejor correspon-
dían a la realidad. Tenían, sin embargo, muchas veces que vencer la resis-
tencia de sus propios tenientes de la vieja guardia bolchevique.
La muerte de Lenin, que dejó vacante el puesto de un jefe genial,
de inmensa autoridad personal, habría sido seguida por un período de
profundo desequilibrio en cualquier partido menos disciplinado y orgá-
nico que el partido comunista ruso. Trotsky se destacaba sobre todos su
compañeros por el relieve brillante de su personalidad. Pero no sólo le
faltaba vinculación sólida y antigua con el equipo leninista. Sus rela-
ciones con la mayoría de sus miembros habían sido, antes de la revolu-
ción, muy poco cordiales. Trotsky, como es notorio, tuvo hasta 1917 una
posición casi individual en el campo revolucionario ruso. No pertenecía
al partido bolchevique, con cuyos líderes, sin exceptuar al propio Lenin,
polemizó más de una vez acremente. Lenin apreciaba inteligente y gene-
rosamente el valor de la colaboración de Trotsky, quien, a su vez —como
lo atestigua el volumen en que están reunidos sus escritos sobre el jefe
de la revolución—, acató sin celos ni reservas una autoridad consa-
grada por la obra más sugestiva y avasalladora para la consciencia de
un revolucionario. Pero, si entre Lenin y Trotsky pudo borrarse casi toda
distancia, entre Trotsky y el partido mismo la identificación no pudo
ser igualmente completa. Trotsky no contaba con la confianza total del
partido, por mucho que su actuación como comisario del pueblo mere-
ciese unánime admiración. El mecanismo del partido estaba en manos
de hombres de la vieja guardia leninista que sentían siempre un poco
extraño y ajeno a Trotsky, quien, por su parte, no conseguía consustan-
ciarse con ellos en un único bloque. Por otra parte, Trotsky, según parece,
no posee las dotes específicas de político que en tan sumo grado tenía
Lenin. No sabe captarse a los hombres; no conoce los secretos del manejo
de un partido. Su posición singular –equidistante del bolchevismo y del
menchevismo- durante los años corridos entre 1905 y 1917, además de
desconectarlo de los equipos revolucionarios que con Lenin prepararon
y realizaron la revolución, hubo de deshabituarlo a la práctica concreta
de líder de partido.
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