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La escena contemporánea y otros escritos


               orgánico que el partido comunista ruso. Trotsky se destacaba sobre todos
               sus compañeros por el relieve brillante de su personalidad. Pero no sólo
               le faltaba vinculación sólida y antigua con el equipo leninista. Sus rela-
               ciones con la mayoría de sus miembros habían sido, antes de la revolución,
               muy poco cordiales. Trotsky, como es notorio, tuvo hasta 1917 una posición
               casi individual en el campo revolucionario ruso. No pertenecía al partido
               bolchevique, con cuyos líderes, sin exceptuar al propio Lenin, polemizó
               más de una vez acremente. Lenin, apreciaba inteligente y generosamente
               el valor de la colaboración de Trotsky, quien, a su vez —como lo atestigua
               el volumen en que están reunidos sus escritos sobre el jefe de la revolu-
               ción—, acató sin celos ni reservas una autoridad consagrada por la obra
               más sugestiva y avasalladora para la conciencia de un revolucionario. Pero
               si entre Lenin y Trotsky pudo borrarse casi toda distancia, entre Trotsky
               y el partido mismo la identificación no pudo ser igualmente completa.
               Trotsky no contaba con la confianza total del partido, por mucho que su
               actuación como comisario del pueblo mereciese unánime admiración. El
               mecanismo del partido estaba en manos de hombres de la vieja guardia
               leninista que sentían siempre un poco extraño y ajeno a Trotsky, quien,
               por su parte, no conseguía consustanciarse con ellos en un único bloque.
               Trotsky, según parece, no posee las dotes específicas de político que en tan
               sumo grado tenía Lenin. No sabe captarse a los hom bres; no conoce los
               secretos del manejo de un partido. Su posición singular —equidistante del
               bolchevismo y del menchevismo— durante los años corridos entre 1905
               y 1917, además de desconectarlo de los equipos revolucionarios que con
               Lenin prepararon y realizaron la revolución, hubo de deshabituarlo a la
               práctica concreta de líder de partido.
                  Mientras duró la movilización de todas las energías revoluciona-
               rias contra las amenazas de la reacción, la unidad bolchevique estaba
               ase gurada por el pathos bélico. Pero desde que co menzó el trabajo de
               estabilización  y  normaliza ción,  las  discrepancias  de  hombres  y  de
               tenden  cias no podían dejar de manifestarse. La falta de una personalidad
               de excepción como Trotsky, habría reducido la oposición a términos más
               modestos. No se habría llegado, en ese caso, al cisma violento. Pero con
               Trotsky en el puesto de comando, la oposición en poco tiempo ha tomado
               un tono insurreccional y combativo al cual la mayoría y el gobierno no


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