Page 442 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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442 Rafael Ramón Castellanos
En el tratado nos hemos procurado el honor de confiar a V.E. todo el poder
que nos confirió el pueblo, para que V.E. comprenda esta provincia en las ne-
gociaciones de paz, alianza y comercio que celebre con las Naciones amigas,
enemigas y neutrales. Esperamos que teniendo V.E. la bondad de aceptar este
encargo, no mire en él sino los ardientes deseos que nos animan de la con-
servación de los derechos de nuestros comitentes, y de las ventajas que puede
reportar esta provincia.
Su localidad presenta una vasta extensión de costa, y en toda ella muchos
puertos que reclaman la concurrencia de buques para exportar las varias y
preciosas producciones del interior, cuyos campos esperan ansiosos la mano
del agricultor para dar espontáneamente todos los frutos de todos los climas
de América bajo el calor vivífico de la libertad.
Nuestro arsenal, único en el Pacífico, ha hecho progresos inesperados a fa-
vor de muchos y experimentados constructores, de la inagotable copia de
preciosas maderas; y de la comodidad y hermosura de una bahía formada por
la confluencia de dos grandes ríos que se reúnen delante de la ciudad capital,
después de haber formado en el interior canales en todas direcciones para faci-
litar el tráfico y transporte de las producciones de todo el país. Las principales
de éstas son el cacao, algodón, tabaco, maderas de toda especie, caña, pita,
suelas, sal, brea, café, paja de labor, arroz, y mil otras menos considerables que
nos hacen un pueblo mercantil por naturaleza. El Gobierno español que no
pudo arrancamos estas riquezas, estancó unas y se apropió exclusivamente
la extracción de todas, en términos que nos privó de la concurrencia de las
demás Naciones, y redujo casi a la miseria a un pueblo que está llamado a la
opulencia de los puertos más florecientes de la Europa.
Es verdad que México, Lima, el Realejo y Cádiz extraían cerca de cien mil
quintales de cacao; pero también lo es que las cosechas pudieron duplicarse y
más, si las trabas, la enormidad de derechos, la mezquindad de los principios
económicos adoptados, y el espíritu colonial de que estaba poseído el Gabi-
nete español, no hubieran puesto obstáculos insuperables.