Page 11 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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          e historiadores, etc., como dice). A su vez, E. B. Núñez prefiere

          compartir la historia con la premisa de la ficcionalización recons-
          tructiva. Lo que más la acerca a él es el hecho de que los datos que
          ella repasa y rememora, de una manera intimista y apasionada,
          son el reconocimiento de nuestra memoria histórica que quiere


          posicionarse en un enfoque no oficial. Entendiéndose “oficial” en
          Teresa lo que solapa a una minoría y a los anónimos, la historia invi-
          sible, menuda, incluyendo, claro, a la mujer. Es lo que Teresa de la
          Parra quiere rescatar en lo que respecta al papel ya sea más o menos

          activo o pasivo de la mujer. En E. B. Núñez historia oficial es la de
          la academia o la del poder dominador. Si bien podemos percibir
          en él una posición contestataria y una visión de los antagonismos
          raigales, nos deja ver en entretelones otros entramados de las histo-
          rias personales para entender las tramas mayores, las colectivas.
             Por otra parte, mencionando el caso de la crónica de los conquis-

          tadores, Teresa prefiere las evocaciones de los hechos venidos del
          recuerdo, en una forma que salva más el aspecto oral de los cronistas
          rudos: Estoy segura de que no desbarro y de que es casi un deber el
          proclamar la superioridad moral de este género de narraciones. Junto
          a ellos la verdad histórica, la otra, la o  cial, resulta ser una especie de
          banquete de hombres solos (...) pero creo que mientras la verdad de los
          historiadores es relativa, la verdad de la tradición o la historia de los no
          historiadores es absoluta, porque se acerca más a la realidad y se acerca
          con más gracia.
             Nótese que escoge la denominación oriunda “americana”, en
          vez de latinoamericana u otra, explicando por qué lo hace, después
          de mucho pensarlo: Ignoraba si sería correcto e ignoraba sobre todo
          si sonaría bien en oídos colombianos el decir “alma americana” en
          lugar de: alma latinoamericana, iberoamericana, hispanoamericana,
          indoamericana o indohispanoamericana. Ninguna de estas combina-
          ciones me parecía grata ni en el fondo, ni en la forma. No tienen la
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