Page 39 - Escritos de ayer y hoy
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espacio éramos unos 40 o 50 combatientes uniformados con
fusiles AK-47, un mecanismo de defensa y un largo cañón que
había sido utilizado durante la II Guerra Mundial. Nos des-
plazábamos esencialmente en el sur del Líbano, en la frontera
con Israel. Visto comparativamente, era un territorio de casi la
mitad del estado Miranda, en Venezuela. Fundamentalmente
cumplíamos un papel defensivo; algunas veces respondíamos
militarmente con bombardeos. Cuando mataban a un pales-
tino, la unidad de artillería iba y operaba, pero no se sabían los
detalles; no nos entregaban un mapa, solo la orden: “Lleguen a
tal sitio y disparen”. En ocasiones no sabíamos a quién apun-
tábamos. Las operaciones se combinaban con reuniones polí-
ticas que se hacían con un mecanismo ágil de comunicación,
cuyo centro de dirección estaba en Beirut o Damasco.
Una condición fundamental para mi participación era ser
absolutamente clandestino, no me podía movilizar sin un plan;
tampoco tomarme fotos ni dar declaraciones públicas o tomar
apuntes que pudiesen comprometer mi seguridad y la de los
combatientes de la causa Palestina. Me llamaba Rafit-Emile.
Recordando esa experiencia, reflexiono que un error de la
lucha guerrillera en América Latina es poner a figurar a co-
mandantes y soldados. Generalmente hacen luchas abiertas,
entonces salen exponiéndose a ser aprehendidos rápidamente,
cuando no asesinados. Allá los que nos conocían eran algunos
pocos comandantes, pero el resto de los ciudadanos comunes
no. En ocasiones me tocó conversar con un camarada cuyo
seudónimo no recuerdo, era el segundo al mando de la segu-
ridad del Frente; nos veíamos en un apartamento con el radio
encendido y hablando en voz baja, porque en aquellos tiempos
no existían los sistemas de comunicación que ahora tenemos.
Luego de finalizar la reunión nos retirábamos a distintas horas
y en direcciones diferentes; sin embargo, un tiempo después,
estando ya en Venezuela, me enteré de que a este camarada lo
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