Page 22 - El Credo de Aquiles Nazoa
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Picasso, su apellido materno. Unos vieron en la

               decisión su profundo amor a su madre. Otros, en

               su deseo de diferenciarse de su padre, quien ade-
               más de profesor de arte, también era pintor, sin
               mayor trascendencia. En verdad, cada aspecto de

               la vida de Picasso parece un cuadro cubista y cada

               quien lo interpreta a su manera. Corrió la anécdo-
               ta de que cuando su padre vio una de sus pinturas
               de adolescencia, le pareció tan genial que decidió

               no pintar más y colgar sus pinceles. Honor para

               el hijo.
                   De las tantas frases que se citan del pintor ma-
               lagueño, rescatamos aquella conforme a la cual

               “yo no pinto las cosas como las veo, sino como las

               pienso”. Nos las pone difícil el artista porque si to-
               dos podemos ver lo que él veía, nadie podía llegar
               a saber cómo las pensaba. Apenas llegamos a intuir

               o imaginar el color de sus pensamientos por las eta-

               pas en las que la crítica clasificó su obra creadora.
                   En un período de su vida el mundo era azul.
               Así lo veía él, o mejor, lo pensaba. O lo soñaba. O lo

               plasmaba. El crítico venezolano José Ratto-Ciarlo

               ve que “la intención social y cierta melancolía



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