Page 23 - El Credo de Aquiles Nazoa
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condicionan” esa época. Más próximo al espíritu
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de Picasso es el mundo de los niños y el circo, con
sus disfraces y risas. Es la época rosa, mucho más
risueña y cargada de picardía. La llamada etapa
negra nada tiene que ver con lo fúnebre, sino con
la influencia que jugó en su obra el arte popular
africano, con sus máscaras, mitos y dioses. Con su
propuesta revolucionaria, abría las puertas del cu-
bismo, para conmoción del academicismo.
Una vez vi al mismo Picasso mirándome des-
de el techo de una tasca, en la Sabana Grande de
la Caracas bohemia. Corrían los años ochenta del
convulso siglo XX. A los habitués del lugar, un ca-
ricaturista nos dibujaba y pegaba la imagen del te-
cho. Una noche, al llegar, vi que me dieron un es-
pacio entre Orlando Araujo, el Chino Valera Mora,
Rafael Franceschi, Gabriel Jiménez Emán, Víctor
Antonioni, Elena Vera y Ludovico Silva. Estaba
bien acompañado. Una oficiosa llovizna lavaba con
persistencia los filos del Callejón de la Puñalada.
Un contertulio me dijo: “Picasso, en su juventud,
2 Jose Ratto-Ciarlo. Los Inmortales, Vol 2. Caracas. Fundación Neumann,
1966.
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