Page 16 - El cantar del Catatumbo
P. 16
artera del poder. Porque no hay pueblo que elija vivir en
guerra a menos que se vea impelido a ella para obtener
su liberación.
Ante los fallidos intentos de desencadenar una con-
tienda nuclear —propósito que claudicó ante la evi-
dencia de que al desatarse exterminaría tanto a una
como a la otra parte— la manutención de la industria
armamentística optó por provocar conflictos regionales
que le aseguraran, sobre todo en los países del tercer
mundo, sus poderosos ingresos. Lo que es peor tratando,
como es el caso de los países árabes, de reflotar guerras
religiosas que, como sabemos, fueron históricamente
las más terribles y cruentas.
Luego de las infatigables luchas por conquistar su
independencia, América Latina, con sus endebles demo-
cracias, tuvo que soportar esas agresiones directamente
provocadas, o bien fraguadas entre bambalinas, por el
imperio. Ante ello la gente tuvo que levantarse en armas.
Desde la revolución de Pancho Villa en México, Cuba,
Nicaragua, hasta los grupos guerrilleros que actúan to-
davía en parte de su territorio.
Todos esos movimientos con mayor o menor ex-
tensión produjeron, al sumarse, una toma de conciencia
de la gente frente a la prepotencia extranjera. En algunos
casos como en la gesta de Cuba, hija de la memoria
libertadora de Martí, la revolución, con sus aciertos
y sus errores, fue y es un bastión ante la avidez de los
15