Page 296 - De mi propia mano
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habían pasado la quebrada, cuando esta fuerza enemiga cayó bruscamente
sobre los batallones Vargas, Vencedor y Rifles que cubrían la retaguardia
con el señor general lara pero los dos primeros pudieron cargarse a la
derecha, sirviéndose de sus armas para abrirse paso y Rifles en una posición
tan desventajosa tuvo que sufrir los fuegos de la artillería y el choque de
todas las fuerzas, mas desplegando la serenidad e intrepidez que ha dis-
tinguido siempre a este cuerpo, pudo salvarse. Nuestra caballería bajo el
señor general Millar pasó por chonta protegida por los fuegos de Vargas,
aunque siempre muy molestada por la infantería enemiga. este desgraciado
encuentro costó al ejército libertador más de trescientos hombres: todo
nuestro parque que fue enteramente perdido, y una de nuestras dos piezas
de artillería; pero él es el que ha valido al Perú su libertad.
el 4 los enemigos engreídos de su ventaja, destacaron cinco batallones
y seis escuadrones por las alturas de la izquierda a descabezar la quebra-
da, mostrando querer combatir: la barranca de la quebrada corpaguaico
permitía una fuerte defensa; pero el ejército deseaba a cualquier riesgo
aventurar la batalla. abandonándoles la barranca me situé en medio de
la gran llanura de tambo cangallo. los españoles al subir la barranca
marcharon velozmente a los cerros enormes de nuestra derecha, evitando
todo encuentro y esta operación fue un testimonio evidente, de que ellos
querían maniobrar y no combatir: este sistema era el único que yo temía,
porque los españoles se servirían de él con ventaja, conociendo que el
valor de sus tropas estaba en los pies, mientras el de las nuestras, se hallaba
en el corazón.
creí pues necesario obrar sobre esta persuasión, y en la noche del 4
marchó el ejército al pueblo de Guaychao, pasando la quebrada de acroco
y cambiando así nuestra dirección. el 5 en la tarde se continuó la marcha
a acos Vinchos y los enemigos a tambillo, hallándonos siempre a la vista.
el 6 estuvimos en el pueblo de Quinua, y los españoles por una fuerte
marcha a la izquierda se colocaron a nuestra espalda en las formidables
alturas de Paccaicasa: ellos siguieron el 7 por la impenetrable quebrada de
Guamanguilla y al día siguiente a los elevados cerros de nuestra derecha,
mientras nosotros estábamos en reposo: el 8 en la tarde quedaron situados
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