Page 743 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
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             prisionero de Sucre en Ayacucho. El último virrey de España
             en estas tierras capturado en Ayacucho con todos sus oficiales.
             Todo el ejército español se entregó; arriaron la bandera de Es-
             paña después de 300 años de dominación. Sucre le dio la mano
             para levantarlo. Dicen que el virrey le dijo: “Tan joven y con
             tanta gloria”. Por eso fue que el mismo Bolívar, de su puño y
             letra, escribió aquella frase: “La posteridad recordará al general
             Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando
             en sus manos la cuna de Manco Capac y a sus pies las cadenas
             del Imperio español rotas por su espada”.
               Sucre tenía 29 años cuando se hizo inmortal en Ayacucho, en
             la gran batalla libertadora de Suramérica. De los mejores sol-
             dados, de los mejores revolucionarios, de los mejores líderes,
             Simón Bolívar dijo un día, y está escrito: “Donde está el general
             Sucre, está el alma del ejército”. Era el alma del ejército, alma del
             pueblo, el cumanés. Humilde, pero empeñado, con una volun-
             tad de acero, una inteligencia muy creadora para lo militar, para
             lo diplomático, para lo político. Presidente fundador de Bolivia.
             Le dieron un golpe de Estado, la oligarquía boliviana, porque él
             estaba entregándoles tierras a los indios, a los pobres, haciendo
             escuelas para los pobres, haciendo caminos. Era ingeniero, ade-
             más; sistemas de riego, buscando agua, llevando agua para los
             sitios que no la tenían; la salud, haciendo hospitales; la educa-
             ción. Un Gobierno muy bueno el de Sucre. Le dan un tiro en
             un brazo y queda manco, casi lo matan. Le hicieron imposible
             la vida. Renunció al Gobierno de Bolivia. Se vino a ver a Bolívar
             y lo acompañó hasta la última hora.
               Memorable es la última carta de Sucre a Bolívar. Bolívar re-
             nunció, se fue. Sucre lo busca, no lo consigue. “La ausencia de
             usted, mi general, me ahorra las lágrimas de la despedida. Adiós,
             mi general. Donde quiera que esté, mi último aliento será para
             Colombia y para usted”. Al día siguiente, agarró la mula, se fue
             a buscar a su mujer y a su pequeña hija en Quito. Pero no le per-
             donaron ser leal a Bolívar y ser tan joven. Como dijo el virrey:
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