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árbol genealógico de la teogonía griega, Clío era hija de Zeus (el em-
                                                            perador del Monte Olimpo) y Mnemósine (la de la memoria). La musa
                                                            se unió con Píero, rey de Macedonia y tuvo entre otros hijos a Jacinto
                                                            quien era un hermoso príncipe espartano que despertó la pasión amo-
                                                            rosa del aeda Tamiris, el primer hombre que cortejó a otro hombre codi-
                                                            ciado también por el dios solar Apolo, pero esa es otra historia. Al morir
                                                            el hijo de Clío se convirtió en la flor que lleva su nombre.
                                                            Cada expresión cultural tiene su propia novela que la individualiza y le
                                                            otorga significación. La intención de las líneas que siguen es resaltar
                                                            una selección aleatoria de los valores culturales de la ciudad de Ca-
                                                            racas, antes de ser ciudad hasta nuestros días. Es una clasificación de
                                                            veinte historias que relatan a través de hechos, personajes, mitos, le-
                                                            yendas y obras ese caleidoscopio caraqueño –a decir de Aquiles- que
                                                            le otorga sello particular. Pero ¿por qué veinte? Entramos al inicio de
                                                            la segunda década del siglo XXI con un número peculiar, 2020. En la
                                                            numerología, el número 20 es visto como un gemelo del 10. Pudiera
                                                            considerarse como un complemento, o la segunda verdad. Nos refiere
                                                            Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de Símbolos que en el sistema
                                                            simbolista los números no son expresiones meramente cuantitativas,
                                                            son ideas-fuerza, con una caracterización específica para cada uno de
                                                            ellos. Todos procedente del número Uno, la unidad, cuanto más se
                                                            aleje un número de la unidad, más se hunde en la materia, en la invo-
                                                            lución, en el “mundo”.
                                                            El sentido simbólico más general atribuido a los gemelos es que uno sig-
                                                            nifica la porción eterna del hombre, herencia del padre celeste, es decir, el
                                                            alma; y el otro, la porción mortal. Asimismo encarnan los principios contra-
                                                            puestos del bien y el mal. Al remitirnos a la carga simbólica de la baraja de
                                                            naipes del hermético tarot, el 20 es figurado por la baraja de “El Juicio”, una
                                                            carta que refleja la naturaleza espiritual del hombre y personifica la resurrec-
                                                            ción de los muertos al toque de trompeta del ángel de la revelación.




                                          A modo de prefacio  ¦  5
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