Page 64 - Soy tu voz en el viento
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donde flotaban gallos
             fugados de la noche.

             Por senderos oscuros
             subíamos trepando entre las peñas
             en la luz indecisa que colaba
             por entre la arboleda.
             El cielo era de plata
             y se tocaba extendiendo la mano
             remojada en neblina;
             el aire no era aire sino nube
             que acaricia y sofoca,
             soplo de soledad,
             y aún más alto
             lumbre de claridad sobre la cumbre
             que nos golpea en los ojos y en la frente,
             vertiente y lirio,
             agua que canta en las quebradas,
             hilo que enhebra el ojo de la aguja
             para coser la piedra con el monte
             en el manto tupido de la selva
             tachonada de noche con estrellas.

             En el límite puro de la altura
             teníamos la impresión de finitud,
             de vida que termina
             o de un comienzo de la vida nueva
             sobre el viento con viento suspendida
             para crecer eterna,
             sin aurora y sin noche,
             detenida en el pleno mediodía.


             Por el otro costado,
             en la alta eminencia de la Palma Real,
             mil palmeras se suben
             al ámbito del viento,
             en el azul se mecen,
             con musicales sombras coronadas;
             penachos de la cumbre abanican silencios
             en pañales envueltos de redondas neblinas.


             La Isla, el mar, sus frutos de ciudades
             crecidos en la orilla,
             los valles tornasoles,
             colinas de metal,
             los caminos del humo y de la brisa




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