Page 60 - Soy tu voz en el viento
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Hay un olor difuso
de polen que camina
con un vuelo de abejas en el bosque,
se oyen caer las hojas,
se adivina el crecer de los retoños
como tras cada tarde que fenece
crece una aurora nueva,
en el callado asombro
de la cumbre anhelada
que medíamos en horas de cansancio
hasta no coronarle las riberas
cercanas a la nube.
Desde allí divisábamos lejana
la ciudad pequeñita,
la copa rebosada de la espuma
que venía desde el mar sobre la brisa,
los bordes en azul,
la imaginábamos barca sobre un lago,
con su torre central, su esbelto mástil,
las velas desplegadas
en un viaje de sueños infinitos.
Talado en los senderos
el atado de leña despedía
un aroma sutil de bosque herido
y una embriaguez de fronda nos calaba
hasta el fondo del alma
en la ingenua hermandad
de la naturaleza con el niño.
Sobre nuestras cabezas descubiertas
orgullosas de azul y de belleza,
sobrepasando el ralo matorral
la erguida flor dorada
con que engalana el pui los cangilones,
resistiendo el bate
de la dura sequía
aferrado a la tierra con profunda raíz,
con su magra corteza y su madera dura,
corazón impenetrable por el hierro
como el de aquellos hombres solitarios
que no penetra la miseria humana
porque el amor tampoco los penetra.
Entre el árbol y la piedra presos
queríamos ascender por la ladera,
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