Page 38 - Soy tu voz en el viento
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el hambre y la sequía
Períodos de sed o de abundancia
acompasan el ritmo de la vida
en la agreste campiña de la isla,
en la Ciudad severa y vigilante
sobre sus flancos verdes,
sus trochas amarillas,
en sus valles dormidos, silenciosos,
la tierra fértil cuaja abundosa cosecha
cuando la lluvia acude
a fecundar los campos.
Las frutas y los granos se suben a la mesa
de la esforzada gente campesina
derramada en la dádiva
de cuanto sobra y crece,
la esplendidez del pobre,
la parquedad del rico
parecen no medir las horas incesantes,
que tras de la abundancia
anuncian la sequía
del tiempo de la espera
en la inútil labranza de la tierra reseca.
Entonces los azules del cristalino cielo
se hacen más azules
más puros, más brillantes,
ni un pañuelo de nube
interrumpe el metálico
relucir de los días.
Es un ascua la tierra,
una fragua incesante
resoplante y caliente,
las piedras son de fuego,
la sombra no da sombra
porque el calor reseca,
el suelo por mil grietas
eleva su plegaria
transportada en el viento,
la fogata agobiante
cobija la llanada,
mustia el retoño tierno,
tuesta la flor abierta
y evapora el rocío
cuajado de mañana entre las hojas.
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