Page 280 - Lectura Común
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La lectura común                                Escrito sobre el aire
              raigal que animara a un grupo de escritores —entre los que se
              hallaba quien esto escribe—, educadores y larenses a reunirse
              en la sede del Gabinete Regional de Barquisimeto para exigir la
              pronta revelación de los hechos, no sin antes advertir lo que pare-
              ciera enturbiar, por decir lo menos, la acusación de marras: el evi-
              dente y ya epidémico sesgo político y su reiterado desafuero como
              ha sido el de vincular al gobierno nacional con la persecución de
              la letra escrita y con la quema de libros del nacional-socialismo,
              silenciando la muy profusa publicación de títulos de sellos edito-
              riales como El Perro y la Rana y Monte Ávila Editores del Ministe-
              rio del Poder Popular de la Cultura y los que ofrecen las Impren-
              tas Regionales.
                  Igual escándalo ha provocado la denuncia de la muerte o des-
              aparición de miles de libros en el estado Miranda y en otras regio-
              nes del país, pero lo acaecido en Carora cobra visos acumulativos:
              años atrás, una novela de Guillermo Morón, El gallo de las espue-
              las de oro, viva sátira a la sociedad y la moral de la clase mantuana   [ 279 ]
              caroreñas, fue quemada en un ritual de “acto de fe” por quienes se
              sintieron señalados en sus páginas, ante la pereza y el bostezo de
              la familia literaria nacional. Mucho antes, el propio Cecilio Zubi-
              llaga Perera sería objeto de una befa abominable: alguien colocó
              en torno al cuello de bronce de su estatua una rueda de automóvil.
              Que se sepa, sólo el hoy fenecido —para desgracia de los carore-
              ños— Diario de Carora, en cuyas páginas don Chío dejara escrita
              su obra periodística más señera, expresó su indignación en la pri-
              mera página.
                  El remitido suscrito por los asistentes a la cita de Barquisi-
              meto concluye con un mandato del agraviado contra los manipu-
              ladores de la ceniza: “¡Adelante, adelante, aunque sea con la fuerza
              magnífica del pensamiento!”.













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