Page 5 - La guerra de los papeles
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[Juan Calzadilla] LA GUERRA DE LOS PAPELES

          introducidos de contrabando, y paliar la incomunicación y la incerti-
          dumbre en que se hallaba la colonia, sosteniendo la defensa del mo-
          narca considerado legítimo, Fernando vii el deseado, supuestamente
          cautivo por Napoleón. La publicación de la primera Gazeta de Caracas
          estaba condicionada, pues, por esas intenciones, y sus contenidos su-
          peditados al control oficial español.


            Durante  su  prolongada  vida  (1808−1822),  sólo  en  dos  breves
          ocasiones estuvo la gaceta caraqueña bajo otra dirección editorial,
          vale decir, bajo una orientación republicana e independentista: desde
          la Revolución de Abril de 1810 hasta la capitulación de Miranda en
          1812, y en el corto lapso que durara la Segunda República después de
          la Campaña Admirable llevada por Bolívar en 1813, hasta la toma de
          Caracas por José Tomás Boves en 1814.


            Un notable y siniestro personaje estará indisociablemente ligado
          a la historia y a la función política de la Gaceta de Caracas, primero
          en 1812, cuando es nombrado su director por Domingo Monteverde,
          hasta 1813, y más prolongadamente, desde 1815, bajo nombramien-
          to del propio Pablo Morillo, hasta 1821, en vísperas de la Batalla de
          Carabobo que liberó definitivamente a la ciudad de Caracas del yugo
          militar, político y comunicacional del desfalleciente Imperio español.
          Se trata del olvidado médico y panfletista José Domingo  Díaz, genial
          precursor del periodismo reaccionario en Venezuela.


            La “gazeta” o gaceta era un formato típico de la prensa periódica
          europea y estadounidense, consistente en uno o más pliegos impre-
          sos a cuatro caras, de aparición normalmente semanal, y cuyo obje-
          to era, conforme a la prescripción de la técnica retórica del siglo xviii,
          instruir y agradar a su público lector, que se suponía al menos media-
          namente ilustrado. En nuestro lenguaje actual diríamos: informar y
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