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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              política económica y la necesidad de un régimen de “democracia obrera”
              en el partido. Sostenía Trotsky que la revolución rusa entraba en una
              nueva etapa. La política económica debía dirigir sus esfuerzos hacia una
              mejor organización de la producción industrial que restableciese el equi-
              librio entre los precios agrícolas y los precios industriales. Y debía hacerse
              efectiva en la vida del partido una verdadera “democracia obrera”.
                 Esta cuestión de la “democracia obrera” que dominaba el conjunto
              de las opiniones, necesita ser esclarecida y precisada. La defensa de la
              revolución forzó al partido bolchevique a aceptar una disciplina militar.
              El partido era gobernado por una jerarquía de funcionarios escogidos
              entre los elementos más probados y más adoctrinados. Lenin y su estado
              mayor fueron investidos por las masas de plenos poderes. No era posible
              defender de otro modo la obra de la revolución contra los asaltos y las
              acechanzas de sus adversarios. La admisión en el partido tuvo que ser
              severamente controlada para impedir que se filtrase en sus rangos gente
              arribista y equívoca. La “vieja guardia” bolchevique, como se denominaba
              a los bolcheviques de la primera hora, dirigía todas las funciones y todas
              las actividades del partido. Los comunistas convenían unánimemente
              en que la situación no permitía otra cosa. Pero, llegada la revolución a
              su  sétimo  aniversario,  empezó  a  bosquejarse  en  el  partido  bolche-
              vique un movimiento a favor de un régimen de “democracia obrera”.
              Los elementos nuevos reclamaban que se les reconociese el derecho a
              una participación activa en la elección de los rumbos y los métodos del
              bolchevismo. Siete años de experimento revolucionario habían prepa-
              rado una nueva generación. Y en algunos núcleos de la juventud comu-
              nista no tardó en fermentar la impaciencia.
                 Trotsky, apoyando las reivindicaciones de los jóvenes, dijo que la
              vieja guardia constituía casi una burocracia. Criticaba su tendencia a
              considerar la cuestión de la educación ideológica y revolucionaria de la
              juventud desde un punto de vista pedagógico más que desde un punto
              de  vista  político. “La  inmensa  autoridad  del  grupo  de  veteranos  del
              partido —decía— es universalmente reconocida. Pero sólo por una cola-
              boración constante con la nueva generación, en el cuadro de la demo-
              cracia, conservará la vieja guardia su carácter de factor revolucionario.
              Si no, puede convertirse insensiblemente en la expresión más acabada


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