Page 460 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
P. 460

460  Rafael Ramón Castellanos



             de Guayaquil en los que no tenía la menor parte y que la culpa era de
             ellos, refiriéndose a los contrarios. S.E. le repuso que se habían llenado
             sus deseos de consultar este pueblo; que el 28 se reunían los electores y
             que contaba con la voluntad del pueblo y la pluralidad de los votos en
             la Asamblea. Con esto varió de asunto el Protector y siguió tratando de
             negocios militares y de la expedición que va a marchar.
               El Protector se quejó mucho del mando y sobre todo de sus compañeros
             de armas que últimamente lo habían abandonado en Lima. Aseguró que
             iba a retirarse a Mendoza: que había dejado un pliego cerrado para que lo

             presentasen al Congreso renunciando el Protectorado y que también re-
             nunciaría la reelección que contaba se haría en él: que luego que ganara la
             primera victoria se retiraría del mando militar sin esperar a ver el término
             de la guerra, pero añadió que antes de retirarse pensaba dejar bien puestas
             las bases del Gobierno: que éste no debía ser democrático porque en el Perú
             no conviene, y últimamente dijo que debería venir de Europa un príncipe
             solo y asilado a mandar el Perú. S.E. contestó que en América no convenía
             ni a Colombia tampoco, la introducción de príncipes europeos porque eran
             partes heterogéneas a nuestra masa y que por su parte S.E. se opondría
             a ello si pudiese, mas sin oponerse a la forma de gobierno que cada uno
             quiera darse. S.E. repuso todo lo que él piensa sobre la naturaleza de los
             gobiernos refiriéndose en todo a su discurso al Congreso de Angostura. El

             Protector replicó que la venida del príncipe sería para después.
               Es de presumirse que el designio que se tiene en el Perú es el de erigir
             una monarquía sobre el principio de darle la corona a un príncipe eu-
             ropeo, con el fin sin duda, de ocupar después el trono el que tenga más
             popularidad en el país o más fuerza de que disponer. Si los discursos
             del Protector son sinceros ninguno está más lejos de ocupar tal trono.
             Parece muy convencido de los inconvenientes del mando.

               El Protector aplaudió altamente la Federación de los Estados america-
             nos como la base esencial de nuestra existencia política. Le parece que
   455   456   457   458   459   460   461   462   463   464   465